9.5.16

A un paso de convertirnos en anuncios andantes

Cada centímetro cuadrado de nuestro cuerpo puede convertirse en un excelente anuncio publicitario.

Amber Rainey, una embarazada de Carolina del Sur que, siendo consciente de que la gente no puede evitar mirar una barriga considerable, ha subastado por internet un espacio en la suya en el que ha llevado durante nueve meses el logo de la marca que más le ha pagado haciendo que su hijo, en vez de nacer con un pan bajo el brazo, haya nacido con la panadería entera.

Edson Alves, un brasileño que se pasa el día paseando sin camiseta, exhibiendo nada más y nada menos los 20 logotipos de marcas que se ha tatuado en el torso.

En Nueva Zelanda, una compañía de aviación paga unos 500 euros a los calvos que luzcan un tatuaje temporal en su cráneo, se paseen por los aeropuertos y hagan fila en las puertas de embarque.

En la República Checa una mujer ofrece sus pechos como soporte publicitario en el que escribir mensajes por poco más de 10 euros al día.

En Japón varias marcas pagan unos 100 euros diarios a chicas jóvenes para que vistan minifalda, exhiban sus logos en los muslos y luego se hagan fotos para colgarlas en las redes sociales.

Jason Niebling, subasta cada porción de su cara para tatuarse nombres de marcas con el objetivo de ganar dinero suficiente para poderse retirar para siempre.

Matthew Shotwell, es un estadounidense que subasta sus poblados pectorales como soporte publicitario en el que se afeita el eslogan de la marca que más dinero desembolsa, con la suerte de que el pelo le vuelve a crecer y al cabo de unos días puede volver a iniciar el proceso.



Jason Niebling

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