La razón de esta enorme diferencia entre lo que nos dan y lo que pagamos se explica gracias a una palabra: marketing.
Hay dos manera de triunfar en el mundo de los negocios; la primera es descubrir que es lo que quieren los consumidores, y la segunda es conseguir que la gente esté interesada en comprar tu producto. En ambos casos cuanto mayor sea la diferencia entre el coste de producción y el precio final, más importante será el beneficio. Y, esto, beneficios, es lo que busca.
Hay dos manera de triunfar en el mundo de los negocios; la primera es descubrir que es lo que quieren los consumidores, y la segunda es conseguir que la gente esté interesada en comprar tu producto. En ambos casos cuanto mayor sea la diferencia entre el coste de producción y el precio final, más importante será el beneficio. Y, esto, beneficios, es lo que busca.
Es el marketing lo que hace posible que el valor de un producto no tenga nada que ver con su coste. Cuanto más efectivo es el marketing, más la diferencia entre el coste real de producir un producto y el precio final que se pide al consumidor. La historia viene de lejos, de comienzos del siglo XX, cuando la industria, buscando una manera efectiva de vender cuanto más mejor, encontró un aliado muy útil: la psicología.
La industria sabe perfectamente quiénes somos y quiénes queremos ser. Conoce nuestras carencias, nuestros sentimientos de inferioridad, nuestra necesidad de ser como todo el mundo, o de ser diferente. Durante décadas las encuestas se utilizaron para saber más de los consumidores. Hoy, el rastro que dejan las páginas web, las cámaras en los supermercados, las tarjetas de fidelidad ... acaban de configurar una radiografía que nos deja totalmente vulnerables ante los intereses de la industria.
El producto puede ser el mismo o similar, pero el diferente valor social explica que estemos dispuesto a pagar mucho más. Es cierto que los consumidores siempre comparamos a la hora de hacer una compra, pero las comparaciones que hacemos no son necesariamente lógicas.
Lo que ocurre en el terreno de la medicina pasa también en el de la alimentación. Resulta significativo que las marcas blancas sólo ganaran terreno durante los años más intensos de la crisis económica, y que estén perdiendo cuota de mercado ahora que vivimos una incipiente recuperación. El fabricante del aceite, o el pan o la leche, puede ser el mismo, pero el producto de marca nos parece intrínsecamente mejor que el de marca blanca. Su precio es más caro, pero también lo es su valor. Lo es porque asociamos la marca en un producto consolidado, de calidad, con años de experiencia. Las marcas de toda la vida ofrecen confianza y tranquilidad, dos valores muy importantes para el consumidor.
La industria sabe perfectamente quiénes somos y quiénes queremos ser. Conoce nuestras carencias, nuestros sentimientos de inferioridad, nuestra necesidad de ser como todo el mundo, o de ser diferente. Durante décadas las encuestas se utilizaron para saber más de los consumidores. Hoy, el rastro que dejan las páginas web, las cámaras en los supermercados, las tarjetas de fidelidad ... acaban de configurar una radiografía que nos deja totalmente vulnerables ante los intereses de la industria.
El producto puede ser el mismo o similar, pero el diferente valor social explica que estemos dispuesto a pagar mucho más. Es cierto que los consumidores siempre comparamos a la hora de hacer una compra, pero las comparaciones que hacemos no son necesariamente lógicas.
Lo que ocurre en el terreno de la medicina pasa también en el de la alimentación. Resulta significativo que las marcas blancas sólo ganaran terreno durante los años más intensos de la crisis económica, y que estén perdiendo cuota de mercado ahora que vivimos una incipiente recuperación. El fabricante del aceite, o el pan o la leche, puede ser el mismo, pero el producto de marca nos parece intrínsecamente mejor que el de marca blanca. Su precio es más caro, pero también lo es su valor. Lo es porque asociamos la marca en un producto consolidado, de calidad, con años de experiencia. Las marcas de toda la vida ofrecen confianza y tranquilidad, dos valores muy importantes para el consumidor.